Dicen los ancianos que viven en los yerbatales que... cierta vez, una
tríbu nomade resolvió dejar el lugar ocasionalmente que habían ocupado
en las laderas de una sierra. Lugar del que surgen las aguas del
arroyo tabay. Sin embargo alguien de ellos, Yará, un índio de avanzada
edad, ya agobiado de correrías no se encontraba en condiciones de
seguir a su pueblo de incontenible espiritu errante.
Y ahí se quedo " ya no tengo fuerzas para cambiar de morada -explico-
sólo les pido que se lleven a mi hija Yaríi, cuya juventud merece la
compañia de otros jóvenes y no esta soledad" pero la joven afirmó:
"estaré donde tu estés; seré tu hija y tu hijo a la vez: aprederé a
cazar como hombre y a guisar como mujer" construyo con sus manos un
primitivo refugio en la naciente del susurrante arroyo, acompañado de
su hija, quien se negó a abandonarlo. su padre, agradecido rogaba a
Tupá que recompensara a la joven por tantos desvelos.
Fue un atardecer, magia de arrebolados fulgores del ocaso en las
sierras, cuando se apareció a los solitarios refugiados, un personaje
extraño. el visitante tenía un raro color de piel y una sorprendente
indumentaría que no lo asemejaba a nadie de esos lugares. Pero padre e
hija a pesar de su asombro fueron cordiales con el insusitado
peregrino. Su hospitalidad se extremo hasta brindar al reción llegado
los manjares locales, el aguti y el tambo, que en un improvisado fuego
de ramas había preparado el viejo.
Yaríi y Yará habían puesto a disposicón del desconcido todo cuanto
poseían, generosa y desinteresadamente, tal como hacen desde siempre
lo hijos de estas tierras que hablitamos. Y he aqui que se produjo lo
inesperado.
El extraño resulto ser un enviado de Tupá, el dios del bien, quien
siempre realiza visitas adoptando apariencias distintas. este
represntante del dios generoso, agradecido por la desinteresada
hospitalidad con que se lo atendió quiso dejar a la joven y al su
padre algo que les sirviera, un presente milagroso y eterno.
El hechizo de este presente consistía en que siempre dispondrian de un
medio para brindar un agasajo a quienes los vistaran y les sería útil
además, para paliar la prolongada soledad en ese agreste refugio, que
era su mundo. A fin de concretar tan excepciónal presente el
representante de Tupá, hizo brotar en la selva una nueva planta, y les
enseño a "sapecar" las ramas de la misma al fuego. Y los secretos del
preparado de la amarga y estimulante infusión que con el tiempo sería
el gesto de bienvenida en todos los hogares del sur.
Cuando el agradecido peregrino creo la nueva planta Caá, nombro a la
bella joven su diosa protectora y a su padre el custodio. a estos
dioses que amparan el yerbatal, instituido por Tupá, se los conoce
como Caá Yaríí y Caá Yará. la hermosa joven y su anciano padre
perpetúan como dioses el mismo gesto que su corazón les dictaba
ejercer como humildes mortales.
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Tupananchiskama (Fraternalmente), uma
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